jueves, 16 de julio de 2009

Bienvenida, Noelia


Ya he llegado a la puerta del instituto. Pero no al que era mi instituto. Es otro, en Teruel, en las afueras de la ciudad, en un sitio llamado Ciudad Escolar. Estoy en la puerta del instituto, cuyo perímetro está rodeado por vallas verdes, quizá pensando en cómo me recibirán mis nuevos compañeros. Compañeros que se han criado juntos desde la infancia y de repente verán en el teatro de sus vidas a un nuevo personaje...

Perdón, no me he presentado. Me llamo Noelia del Valle. Y soy de Madrid. Pero no soy ni de Vallecas, ni de Lavapiés, ni de ningún barrio conocido. Soy de Aluche, un barrio de las afueras, aunque he de decir que casi parece un pueblo porque es algo grande para ser barrio. Si sales de Aluche por un lado tienes el Aeródromo, si sales por el otro, un Carrefour y una parada del metro de la línea 5. Yo vivía en General Fanjul, una gran avenida que cruzaba todo el barrio.

Pero no nos desviemos del tema. Tengo muy presente que, en el mismo momento en el que entre en mi aula voy a irrumpir en la vida de la gente con la que la compartiré. Y ellos en la mía. Pero no hay tiempo para mirar en el pasado. Me lío la manta a la cabeza y entro a buen paso en el edificio, y pregunto a un chico que estaba en la puerta:

– Perdona, ¿me podrías decir dónde está 4º A, por favor? Es que soy nueva aquí.

– 4º A... Está en el segundo piso. Si subes por estas escaleras de aquí – dijo señalando unas escaleras de piedra – sube al segundo piso y te metes en el primer pasillo a la izquierda que veas. Es la segunda puerta a mano izquierda.

– Gracias. Te le agradezco.

– ¿Eres madrileña?

– Sí, ¿Por qué?

– Es que en mi clase hemos dado los leísmos y laísmos y el profesor nos comentó que los madrileños los usabais mucho.

– Ja, ja, ja. Espero no volver a equivocarme. Ya verás como dentro de un tiempo en vez de pequeño diré 'pequeñico'.


Subo corriendo las escaleras porque pronto iba a tocar el timbre. Al menos me he aclarado con las instrucciones del chico y no me he perdido, afortunadamente. Pero las puertas de este instituto son de ésas que sólo se abren desde dentro, y las de mi clase me las encuentro cerradas pero con la gente dentro. Me da mal rollo ponerme a llamar a la puerta, puesto que ninguno de los que están ahí dentro me conoce, y me arriesgo a quedar como una auténtica loca. Así que me siento al lado de la puerta, y espero para ver si aparece alguien.





Pero suena el timbre de las 8:30, y nada. Al rato pasa una profesora, y me dice:

-¿Por qué estás ahí? No puedes estar en los pasillos a partir de que suene el timbre.

-Es que soy nueva. -le respondo – Y me da reparo pedirles a los que están dentro que me abran, porque no me conocen y se lo podrían tomar a mal.

-No tengas tanta vergüenza, Noelia. Son tus nuevos compañeros. - me responde con una sonrisa.

-¿Cómo sabe mi nombre? - pregunto sorprendida.

-Perdón, no me he presentado. Soy María, tu nueva tutora. Y, evidentemente, me han avisado de tu venida. Venga, entremos a clase, te tendrás que presentar a tus compañeros.

Me ayuda a levantarme y abre la puerta con una llave que, supongo, sólo poseen los profesores. Me hace una seña para que espere fuera. La oigo decir ( ups, me he vuelto a equivocar, he de tener más cuidado ) 'Chicos, hoy tengo una sorpresa especial para vosotros', y saca la cabeza para hacerme una seña, indicándome que puedo entrar, y eso hago.

-Os presento a Noelia, vuestra nueva compañera. De vosotros espero que la tratéis bien. -se dirige hacia mí – Tu sitio está al fondo, en ese pupitre vacío de la última línea. Tu compañero es Manu.

Mientras me dirijo a mi pupitre oigo cómo mis compañeros comentan cosas del tipo: 'Jo, es nueva y ya le toca con el anticuado del Manu' y cosas por el estilo. Me siento al lado de Manu y él dice:

– ¡Anda! Pero si eres la chica de la puerta.

– ¿Por qué no me dijiste que ibas a esta clase? No sabes el apuro que he pasado porque no quería pedir a nadie que me abriese la puerta.

– Porque no quiero que los de clase sepan que has contactado conmigo, te hubieses metido en problemas.

– ¿Les has hecho algo?

– A sus ojos soy un anticuado porque me encanta la música de los setenta y los ochenta... Nino Bravo, Tino Casal, Los Rebeldes... ya sabes.

– Pues ellos se lo pierden, porque a mí Nino Bravo me encanta. - le digo con tono chulillo, que para algo se saca a relucir ese rasgo de los madrileños en los chistes - De hecho, me llamo Noelia por una de sus canciones más famosas. La música de ahora no le llega ni a la altura del betún.

– Hace tiempo que sueño con ella, y sólo sé que se llama Noelia... - canturreó – Te aviso que la próxima clase es gimnasia. No llevas chándal.

– Si lo hubiese sabido, me hubiese traído las playeras.

– ¿Las qué?

– Es que en Madrid les llamamos playeras a las deportivas.

– Me vas a tener que enseñar cómo habláis allí, y yo te enseñaré cómo se habla aquí. Espera. - buscó algo en el bolsillo de la chaqueta, y sacó un papel doblado – Toma. Fue un poema un poco tonto que se me ocurrió un día en mi casa, pero creo que te lo mereces porque eres muy fan de Nino Bravo y porque pareces muy buena gente. Para tí.

Desdoblo la hoja, y empiezo a leer el poema, que reza así:

Quiero que seas libre como el sol cuando amanece,
Y que consigas todo como todos, luchando, luchando,
Que cualquiera deje su tierra por tí,
Que te pidan con cariño 'ven a mí, abrázame',
Que lleves ligero equipaje para tan largo viaje,
Y que me digas de qué tierra vengo,
Porque forjarán mi destino las piedras del camino,
Y quiero ser libre como el ave que escapó de su prisión
.

– El primer y el último verso son de 'Libre', el segundo de 'Como todos', el tercero, el quinto y el séptimo son de 'Un beso y una flor', y el cuarto de 'Te quiero, te quiero'. -enumeré - ¿Sabes, Manu? A mí también me rechazaron por escuchar música de los setenta. Creo que seremos muy buenos amigos. Gracias de todo corazón, no me merecía una bienvenida tan bonita.

– De nada. Manu está para lo que necesites.